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procesos se están viendo afectados, de manera
que los efectos educativos se centran cada vez
más en los individuos que aprenden. (González y
Wageraar, 2003).
Lo que si me queda claro es que ninguna
innovación curricular resultará efectiva sino va
acompañada de innovaciones en el modo de
concebir la evaluación. La evaluación para el
aprendizaje es apropiada en todas las situaciones
en la medida en que oriente y corrija errores,
ajuste ritmos, ratifique enfoques entre otros, para
algunos autores estas pueden ser algunas de las
implicaciones más inmediatas que la evaluación
para el aprendizaje podría tener.
Aprendizaje estratégico y desarrollo profesional
En la actualidad los sistemas educativos y, el
universitario, no se escapa a ese precepto,
pretenden conseguir que los alumnos adquieran
los instrumentos necesarios para entender el
mundo en el que están viviendo y para que
puedan llegar a ser personas capaces de intervenir
activamente en la sociedad. En este sentido se
enfatiza la importancia de fortalecer la formación
de los estudiantes con habilidades, actitudes
y estrategias que les permitan desenvolverse
como aprendices autónomos, más que centrar la
educación en la transmisión de conocimientos. En
otras palabras, que aprendan a aprender.
Son múltiples las definiciones existentes acerca del
término “aprender a aprender”, unos lo catalogan
como un método, otros como una estrategia. Lo
cierto es que constituye una apreciación muy
valiosa y revolucionada del proceso de enseñanza
aprendizaje, donde el estudiante es un ente
activo en la adquisición de los conocimientos, a
partir del conocimiento propio, jugando un papel
importante sus motivaciones e intereses.
En términos prácticos, se puede afirmar que
aprender a aprender es lograr que el conocimiento
adquirido por el estudiante o la persona que lo
obtiene sea significativo, de tal manera que lo
pueda utilizar de forma efectiva y sepa dónde
aplicarlo en el momento que lo amerite y que sea
pertinente para sus vidas.
Aprender a aprender implica disponer de
habilidades para pautar el propio aprendizaje y ser
capaz de aprender de manera cada vez más eficaz
y autónoma de acuerdo con los propios objetivos
y necesidades. (Carretero y Fuentes, 2011, p. 7).
En este aspecto Jacques Delors (1994) en su
obra “Los cuatro pilares de la educación”, enfoca
coherentemente la situación de la disparidad
de los docentes en la actualidad. Ya que al final
parecería ser que los profesores no adoptamos
una misma estructura didáctica, pedagógica para
que nuestros estudiantes no sólo asuman los
contenidos, sino que hagan de esos conocimientos
posibilidades de supervivencia en la vida cotidiana
cambiante y compleja de este siglo.
Delors menciona que para cumplir el conjunto
de las misiones que les son propias, la educación
debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes
fundamentales que en el transcurso de la vida
serán para cada persona, en cierto sentido, los
pilares del conocimiento: aprender a conocer, es
decir, adquirir los instrumentos de la comprensión;
aprender a hacer, para poder influir sobre el
propio entorno; aprender a vivir juntos, para
participar y cooperar con los demás en todas las
actividades humanas; por último, aprender a ser,
un proceso fundamental que recoge elementos de
los tres anteriores. Por supuesto, estas cuatro vías
del saber convergen en una sola, ya que hay entre
ellas múltiples puntos de contacto, coincidencia e
intercambio.
https://doi.org/10.64385/MPEM3317